viernes, 15 de mayo de 2015

El ladrón de palabras



De noche, cuando la luna alumbra el camino, el ladrón de palabras sale con todo su equipo y se dirige a la ciudad. Allí rastreando las voces y las luces, sin que nadie lo vea, trepa por los tejados. Comienza la cosecha….
Impulsadas por el calor de los hogares, las palabras se mezclan alegres. El ladronzuelo las atrapa en las turbulencias del humo que sale de las chimeneas.
Lo que más le gusta son las historias que se cuentan a los niños. Mira cómo suben despacito y se desvanecen en el silencio de la noche.
Y a veces,  se queda dormido.




Hay palabras de muchos tipos:  saltarinas, tiernas, verdes, extranjeras, muy gordas y rojas de ira, y algunas tan largas que es imposible pronunciarlas. Por eso, el ladrón de palabras sale cada noche, espera junto a las chimeneas y allí impulsadas por el calor de los hogares las palabras suben y él las captura para recogerlas y llevarlas a su casa. Allí las clasifica, las mete en tarros de cristal, las mezcla e inventa recetas nuevas. Las palabras nos sirven para comunicarnos con los demás, expresar sentimientos, nos hacen reír y de ellas surge la amistad. Una noche el ladrón de palabras conoce a alguien muy especial y se da cuenta de que las palabras que tiene ya no le sirven, ahora necesita robar otras palabras, palabras de amor…



 

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